AQUELLOS NIÑOS QUE SOMOS (Continuación)
En el capítulo anterior dejamos a los protagonistas discutiendo sobre la existencia o no de las Picualas.
Jalisco aburrido obligó a su dueño a irse de allí.
CON EL PELO ERIZADO (Continuación)
Una
tarde, llegando de la escuela, sentí ladrar y gruñir a Jalisco como nunca. Las gallinas
del corral, azorada, cacareaban que daban susto. Al entrar al patio, tal
parecía que los animales habían visto al mismísimo diablo.
-¡Coño!, ¿será que aparecieron las picualas - me dije mirando
para las altas nubes.
Mamá se asomó a la puerta de la cocina y gritó.
Mamá se asomó a la puerta de la cocina y gritó.
-¡Jalisco, basta ya!- y después -¡Antonio, deja ya al animal!
Me asomé por detrás de la mata de coco y efectivamente, vi a Antonio
el loco dándole golpes a la cerca de varillas de marabú con un saco de yute,
mostrando su sonrisa sin dientes como festejando la gracia.
Agarré una piedra y sin pensarlo dos veces se la lancé al tartamudo
que ni se enteró de mi heroica acción. Llamé a Jalisco y vino hasta mí
ladrando, gruñendo y dando saltitos con su lomo todo erizado para que vieran
que con él la cosa no era fácil.
Todo terminó con un coscorrón “por la piedra lanzada a Antonio. Eso no
se hace” dijo mi mamá. Me dolió su poquito y hasta creo que quise llorar, no
estoy muy seguro de eso, pero de lo que si estoy seguro, seguro, es que miré
hacia el cielo por segunda vez.
Las picualas no se aparecieron por todo aquello.
(Continúa la próxima semana.)
Una excursión al río Tínima, marca la vida de los protagonistas en una experiencia inusual en las vidas de los más pequeños. Espere el próximo capítulo.
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