El oráculo de Taita Viejo (Continuación)

Cundo y el Oráculo. Capítulo 11
Miren, no es na, pero van a tener que soltarlo. Dice Taita Viejo que las chicharras le señalan a brujas la frontera de la vida y la muerte. Dice que las brujas oyen sus cantos porque son sus criaturas predilectas y porque sus chirri-chirri recordados durante la noche, les indican los puntos hasta donde deben llegar en sus paseos nocturnos. Dice Taita que si uno de estos insectos es atrapado sin invocar a los espíritus nocturnos, las brujas se pierden en los sueños de los que atraparon a su criatura. Así lo dice Taita Viejo y hasta me enseño a cazarlas y todo.Impresionados por la historia de Taita Viejo contada por Cundo, todos nos miramos en silencio. -Bueno, ¿y sabes cómo podemos evitar que las brujas vengan a martirizarnos con sus pesadillas?- preguntó Rafa al poder articular nuevamente las palabras.
-¡Pero claro!, Taita me enseño todo lo que hay que hacer y hasta las palabras mágicas- Cundo tenía la cara seria y el ceño fruncido, como para lucirse continuó.
-Buscan una estaca de marabú o de cualquier otro palo duro, afinado por un extremo. Traen una jícara con agua de lluvia recogida en una tinaja o tinajón. Ustedes deben quedarse alejados, yo voy hasta el lugar donde liberaremos al bicho y a tres pasos, más o menos, clavo la estaca y a su izquierda hago una cruz con el agua de lluvia, pero en el terreno pelao, así que debemos tener un ,machete  para limpiar el espacio. Luego de hecho todo esto hay que decir las palabras que liberan el alma de la chicharra y a ustedes de las terribles pesadillas.
Los tres estábamos pegados a la tierra sin movernos. Yo sentí que un sudor frío me corría por todo el centro de la espalda y tragué en seco, mirando a rafa.
Cundo siguió con su explicación.
-Ustedes deben dar la espalda al sitio en que yo estoy por que si miran nada del conjuro sirve.
-¿Y cuales son esas palabras mágicas?- preguntó Manolito en un hilo de voz que ni se le entendía.
-Las palabras mágicas son… este… deja ver- Cundo se daba golpes en la cabeza y nosotros impacientes y con la carne de gallina, no nos atrevíamos a interrumpirlo, hasta que.
-¡Ahhh, ya sé –dijo Cundo y con la misma, con voz aflautada y misteriosa comenzó a cantar bajito:
‘Chirle, cuchirle,
Tramparla macuí.
Bundo, Bundo,
La chicharra

La dejo libre aquí”
Continúa

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