DECIMAS DE ERNESTO R. DEL VALLE CON PIE FORZADO


ALMA Y NUBE
                                                                        Alma y nube conversando
                                                                        de cosas que no sabemos
                                                                        agua pasando y pasando
                                                                        agua sin peces ni remos.

                                         CARILDA OLIVER LABRA.

El alma fue la fortuna
de aquel mar con sal y yodo.
la nube se hundió en el modo
de la noche y de la luna.
Vino el agua con alguna
duda del cómo y el cuándo.
y fue el silencio pasando
entre rojas caracolas
al descubrir entre olas
alma y nube conversando.

Más voló violentamente
esa nube hacia la aurora.
El alma llora que llora
se hizo una flor diferente.
Cuentan que estaba presente
el verso en sus dos extremos
por donde navegaremos
sus crepúsculos y glorias
pulsando aquellas memorias
de cosas que no sabemos

 Alma y nube junto al ala
del clavel de la poesía
ganando azul en la fría
ansiedad que se hace mala.
Una flor, que se regala;
la mariposa, volando;
y entre aquel cómo y el cuándo
subastado en el enredo
como la muerte y el miedo,
agua pasando, pasando

 La nube en su sed perdida
El alma llena de pena,
Y en el mar esa serena
Gasa de azul y de vida.
En el verso va la herida
del  ¨somos¨ y del  ¨ tenemos¨
y fijemos los extremos
de la nube y su inocencia,
alma mortal en su esencia
agua sin peces ni remos






NOCTURNO  Y   MAR

                                                                                La arena junto a la ola,
                                                                               caracoles en mi saya…, 
                                                                                 La playa sola, muy sola,
                                                                                 la playa como una playa.

                                                            CARILDA O. LABRA/ Cuba



Los pasos, sobre la arena;
la tarde, sobre su espalda ;
pétalos de tibia gualda
tirados sobre la escena.
Muere la tarde serena
con su paz de caracola
y queda sola, muy sola
con la carga de la vida
a quedar  como dormida
la arena junto a la ola


La tarde asume el reposo
de la noche y en su esencia
magnifica la presencia
femenina de lo  hermoso.
Presentí r lo misterioso
en ese cuerpo que estalla.
Presentir que  en la batalla
rumoreabas  con el viento
desnúdame porque siento
caracoles en mi saya…

 Aquel cuerpo era un  bastión
 vencido por dulces  besos
volando locos tras de esos
senos de bárbara unción
Muslos de ardido carbón.
Carne cual daga que viola
aquella abierta amapola.
Cuerpos sin ley y sin dueño
La playa muerta de sueño,
la playa sola, muy sola.

Al amanecer,  la paz
de los cuerpos derrumbados,
la arena por todos lados,
y alguna estrella fugaz.
La palabra perpicaz,
la ola que se desmaya
en la rendida atalaya
florecida en la violencia…
el beso que se silencia.
La playa como una playa




BREVE HISTORIA DE OTRA TARDE


La luz que en tus ojos arde
si los abres amanece
cuando los cierras parece
que va muriendo la tarde

Canción, LA TARDE. Sindo Garay.





La noche te envuelve toda,
se encela sobre tu piel
¿Qué enardecido clavel
lentamente la incomoda?
El que quizás, por la moda,
te entregué con cierto alarde
pero la bruma cobarde
entre  malezas y  abrojos
iba cerrando en mis ojos

la luz que en tus ojos arde.

Entonces fue  que mi beso
como perla entre tus labios
borró ciertos desagravios,
mordió sutil embeleso.
Desnuda tú, yo poseso
y la lujuria que crece,
labios de fuego que cuece.
Un beso al anochecer
no abras tus labios mujer,
Si los abres, amanece.

 Te vi perdida en la punta
de un pañuelo y ese llanto
fue para el alma un espanto
junto a la tarde difunta
De mis labios la pregunta
en tus labios, palidece
Cierras tus ojos, fallece
en agonía  mi beso
y tus labios, como un rezo,
cuando los cierras, parece.

 El amor fue como un ruego
penetrando nuestras venas
ahuyentador de las penas
eucaristía del fuego.
Era tu cuerpo ese ciego
bastión del más bello alarde
y al final, como un cobarde

usurpador de las rosas
te dije, -toma tus cosas
que va muriendo la tarde- 






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