PRESENTACION DE DOS LIBROS DE LA POETISA CUBANA ODALYS LEYVA
LA POETISA CUBANA, ODALYS LEYVA
Mi siempre estimada Colaboradora de la Revista Guatiní Odalys Leyva, en esos tumbos de ires y venires con el verso en ristre por el mundo y por su tierra cubana, va a presentar el próximo día 20 de febrero en la Sala Nicolás Guillén, en la más que centenaria Cabaña, en la Bahía de La Habana, dos recientes publicaciones editados por la tunera San Lope. FANTASMAS INSULARES y EL APOCALIPSIS NO NIEGA LAS PALOMAS Donde se encuentran alojados veros libres, en prosa y la estructura decimal en metrica endecasílabas, de una factura exquisita, de contenido humano y universal.
Los colegas Diusmel Machado y Alexander Besú, expresan sus opiniones sobre sendos libros. Felicidades y éxitos querida Odalys.
HACIA CUBA, PARA ODALYS
[Decineto, alejandrino].
En tus versos mitigas esas penas del Hombre
en palabras tan viejas, de sabor linsular
esas penas martianas, esas penas sin nombre.
que atormentan el alma con su cruz de viajar
Pero el hombre se escapa hacia nuevos senderos,
donde dejas un trillo que lo abrigue y asombre
ahuyentando sus penas en los nuevos canteros,
Madurando el futuro de los frutos y amores
que eclosionan, Odalys, como limpios candores
de nuevas alboradas sin cuandos y sin peros...
Ernesto R. del Valle [Cuba-EUA]
Editor Revista Guatiní.
FANTASMAS INSULARES E INTEMPORALES
Por: Alexander Besú Guevara.[Cuba]
¡Brindemos por el reloj de los que lloran!, dice Odalys Leyva en uno de sus versos de este libro, en una flagrante
alusión al más terco de los problemas incorregibles que martirizan al ser
humano: el tiempo. El tiempo es un problema para
nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el más vital de la metafísica;
la eternidad un juego o una fatigada esperanza. Esto lo afirmó Jorge Luís Borges en su
ensayo Historia de la eternidad,
contenedor de sorprendentes especulaciones personales sobre esa categoría
filosófica que forma parte de las utopías que el hombre sueña modificar.
Sin embargo, esta mujer angelada y promisoria, que se
ocupa de asuntos supuestamente más terrenales que la posteridad, acaba de poner
en entredicho, sin proponérselo (o quizás sí, ¿quién puede saberlo?), la
auténtica edad de Cronos en este libro titulado FANTASMAS INSULARES, la última
entrega de esta destacada autora cubana, sellada por la editorial Sanlope. ¿Con
qué piedras, con qué metales desmiente esta mujer su condenación de finitud? ¿A
qué armas acudió para someter al olvido? Tan solo a la terneza de su voz, a la
urgente brotación de su lirismo y a la enumeración de sus vivencias, de sus
amores nervudos y recientes que involucran y suman, de sus dolores tautológicos
y deshumanizantes. Odalys desafía y degrada la supremacía del tiempo, y
establece, como la hemos visto hacer en otros títulos, vertiginosos canalizos
comunicativos con puertos clásicos de la cultura latina y universal. Y no solo
lo hace con una seguridad matriarcal, sino que se deleita diseminando su poder
de dómina domesticando con la palabra
las
gárgolas del tiempo, como
ella misma exclama en este libro que se me antoja,
precisamente, un anticipo, un préstamo del tiempo. Su reverberación perdurará
porque es un poemario de sucesivas virtudes y una sola carencia: solo adolece
de la “capacidad de cesar”. Su permanencia en el ámbito lírico cubano es una
intuición, casi una profecía. Apartada de toda actitud centrista, la autora
revela su visión de la existencia a través de axiomas o insinuaciones que no
son otra cosa que la cotidianidad humana con sus ilusiones y sus
intrascendencias proyectadas hacia un plano universal. Es la gravitación vital
del hombre y su entorno. Es la manifestación de la vida con sus regodeos y sus
imperfecciones. La medición lineal del tiempo pasa a un segundo plano, o un
plano indefinido y displicente, ante la impostergable necesidad de la plenitud,
por eso afirma: Feroz es el amparo que no busco, no crean mi eternidad.
Según Jorge Santayana, Vivir es perder tiempo: nada podemos
recobrar o guardar sino bajo forma de eternidad. Pero Odalys, que sabe
desarticular los arquetipos, que poliniza el horror con su palabra, sabe que el
tiempo empleado en vivir amantemente no es una pérdida, sino una inversión. Más
temprano que tarde, las ganancias engrosarán las arcas del alma, pero antes hay
que manifestarlo, hay que desenvolver, como una alfombra roja, un lenguaje
expedito, sin barroquismos, sin excesivos arabescos, que ilustre y resuma, que
inaugure sentimientos, que traduzca la belleza sin pretensiones de atrapar lo
eterno, como lo ha hecho ella en este poemario.
No es un libro fundador de
neocorrientes literarias, pero funda latidos novedosos. No es tampoco revelador
de secretos semánticos, pero devela las recónditas galerías interiores de esta
mujer que se gasta al servicio de la poesía mientras le resta al tiempo toda su
importancia y le anula toda su jerarquía y voluptuosidad.
Entre
las credenciales temático-ontológicas de este cuaderno aparece un motivo muy
recurrente en la poesía cubana de antaño y hogaño: la insularidad. Es nuestro
ámbito, nuestra maldita circunstancia y
Odalys, por supuesto, es parte de ella. Así lo afirma: Mientras yo sigo en mi caracol, el mismo país, los muros y el mar que
rodea los sueños. Y más adelante lo reitera con todo el ritmo de sus yacimientos endecas:
Los frutos son lo verde, la existencia,
el mito, lo insular, cada congoja,
una lágrima azul en cada hoja,
y Dios que nos prodiga la sentencia.
En
las palabras de contraportada, el poeta Diusmel Machado barrunta:
¿Qué habrían
dicho, oscuridad o luz mediante, los muy grandes poetas José Lezama y Virgilio
Piñera, de sumergirse en estas páginas? ¿Con qué palabras definirían a quien,
desde su femineidad consustancial y condición de ser insular en su más profunda
esencia, arriesga lo mejor de sí: la voz y su palabra, para nombrar, conjurar y
desafiarse? Una tradición palpable, y una firme vocación por la libertad que
obliga al reconocimiento de lo auténtico y propio, acendran estos versos, sobre
los que irradian sus polvos más dispares —persiguiendo, con ello, la armonía—
épocas y culturas, ecos y discursos, corrientes de pensamiento y filosofías
contrastadas, cernidos con esfuerzo extraordinario en el tamiz de una voz
omnívora, cuya apetencia mira desde ángulos y perspectivas múltiples y sin la
exigencia del acabamiento. La noción de isla, choca sus márgenes aquí solo para
una mejor expansión del ser humano.
Odalys
Leyva ha escrito un libro musicalino
y cadencioso, que tiene vetas de sinfonía y de tonada, con un lenguaje
intemporal y muy contextualizado a la vez. Vuelvo a citar al porteño bilingüe y
brillante Borges, quien en su polémico artículo titulado Nueva refutación del tiempo, afirmó: Todo lenguaje es de índole sucesiva; no es hábil para razonar lo
eterno, lo intemporal. De acuerdo, pero, ¿qué tal si la intención nunca fue
“razonar lo eterno, lo intemporal”, y sí documentar lo bello, lo afectuoso, lo
aparentemente trivial y cotidiano? Detrás de esas fruslerías, de esas miméticas
habilidades se oculta a veces también la eternidad. Sí, sabemos que hay que
esperar. Toda obra debe y tiene que arrostrar el desafío del tiempo, pero yo no
arriesgo nada al vaticinarle a este libro un largo y estupendo itinerario. Al
menos en el presente, ya lanza sus primeras señales intermitentes con esa
libertad lírica que se extiende como un Dios imperecedero. Odalys es, sin lugar
a dudas, un ser consustancial con su propia poesía, comparten la misma materia.
Una poesía híbrida, una aleación de dos vocaciones: de arpa una, y de ánfora la
otra. Por eso vibra y suena a la vez que guarda viejos aromas. Olores y música
sublimes y dolorosos, llenos de naufragios interiores y exteriores, de
urgencias, de soledades y de apasionadas lástimas.
Gracias a Odalys Leyva una vez más,
por este regalo para los sentidos, por este libro lleno de bondades
comunicativas. Bienvenido FANTASMAS INSULARES, no sólo porque enriquece el
acervo literario cubano, sino también porque ilustra la cosmogonía personal de
una mujer de eternos desasosiegos, pero ungida con los profundos y misteriosos
aceites de la poesía. Mis últimas palabras para Odalys a través de una estrofa:
Odalys Leyva: no hay nada perdido.
Si ha de arrostrarse el tiempo, que se
arrostre.
No temas al olvido, que a la postre
nada es más olvidable que el olvido.
El tiempo de versar no ha concluido,
no existen fechas de caducidad. Si quieres seducir la eternidad
insta a tu espíritu a su epifanía,
y apréstate a esperar que tu poesía
mitigue un poco tu insularidad.
YEMA DE LA ISLA
Una isla es el sol
que nos bebe y nos ama,
el líquido en
desnudez del astro,
vivir en las costas
como novia de sus piedras,
las ciudades, las
callejuelas, y al viejo pregonero
que ve los
gorriones en las palmas
y no siente dudas
de que una isla
es fiduciario de
recuerdos,
de pianistas que
hicieron temblar a los vitrales,
adoquines y tejas,
faroles y guitarra.
Una isla es el
teatro donde Bola de Nieve
marcó sus escaladas
y Ernesto Lecuona
rozó todas las mulatas.
Alicia Alonso quiso
besar los cisnes.
Los caballeros,
hidalgos que no son de La Mancha,
se trasladan sin la
última marca de jeans
para atravesar el
malecón
donde los jóvenes
miran al mar
y tiran jazmines,
se besan y el
pecado no está en los manjares
o en el mantel con
frutos
que a la vista
sigue siendo la isla,
y las naranjas y
mangos
son un arco de luz,
la mesa, sitio
sagrado,
unión donde la
familia recrea la verdad,
unión de santos,
muros de
pensamientos,
deslealtades,
interrogación sobre
qué es Internet?
y qué los suicidios
en grupo?
El padre no
entiende de satélites,
la madre no piensa
en los videos,
ni en la TV por
cable,
para ella existe el
ajo y la cebolla,
asuntos de primera
instancia,
el bolero y el son.
Los hijos son seres
musicales,
hombres que en la
escalinata de la Universidad
aplauden un
concierto de Pablo o de Silvio.
Unidos donde las
banderas son una sola,
y la estrella es
como la Isla que sigue al centro.
LA ÍNSULA PACTADA
He podido emigrar de mis antojos,
darle a la libertad su rosa blanca
y ser esa gaviota que se arranca
la venda traicionera de los ojos.
No he de pactar ocultos desalojos,
la mente se aprisiona turbulenta
y detrás de la fe el dolor se inventa
un camino de avispas y escorpiones.
(No me queda lugar para ilusiones
y me encuentro al final de la tormenta).
El vuelo es un destino sin derrota,
las plumas no disgustan su letargo
más punza su licor fogoso, amargo,
en el ferviente sueño de ala rota.
Con sus nubes el aire es agua ignota,
nos sirve como elixir de los dioses
que saltan las fronteras, más no oses
en descubrir su copa de tormento,
disgustan su altivez en el lamento
y no quieren vivir humanos roses.
Si libre me obsesiona la abstinencia
de conocer los potros y los ríos
es que oculto dañados desafíos
que sobran de la duda y la demencia.
Trotar tiene su clase, leve urgencia
que desboca a través de los caudales;
disfruto de mi casa los vitrales,
el techo de sorpresa y de conjuro.
(La libertad es campo del futuro
donde deben purgar todos los males).
El odio, la mentira, violaciones,
el robo, el desacato y el engaño,
la doblez, el mutismo, hasta el regaño…
todos deben sufrir las maldiciones.
De Dios han de llegar sobrias unciones
para los seguidores de perfidia,
el hombre hace mutismo en cada lidia;
son tantos los pecados en lo inerte
donde Judas prefiere cada muerte
antes de echar sus ojos a la envidia.
Ser libre es no chocar con las fronteras,
saltar humildemente de los muros,
no esconder nuestras ansias, los apuros
de hacer del Universo mil maneras
donde vivir sin más enredaderas,
ni bejucos secándonos el alma.
El árbol tendrá flores en la calma,
el aire vibrará su grato aviso
y Dios debe brindar el Paraíso
donde la libertad su luz ensalma.
Libre de todo grito, sin querella,
con el mar
seduciendo cada ola
en la voz de adulzada caracola
que tiene libres pactos con la estrella.
Mar abierto, sin cruces ni centella,
negando la acechanza y falsedades
donde brotan humildes voluntades.
(Es la insularidad que fuego estalla,
nademos libremente por la playa
hasta juntar en Dios nuestras mitades).
O.L.R.
EL APOCALIPSIS NO NIEGA LAS PALOMAS
Por; Diusmel Machado Estrada [Cuba]
Con la poesía delante para convencer de antemano,
por el inefable prestigio y efecto poderoso que su substancia tiene como humano
patrimonio, una mujer intenta desvelarnos, apelando a la sensibilidad común de
la especie, desde un grito de apremio que, cuando no apura, estremece. Los
poemas son aquí las esquirlas reunidas de un espejo atravesado por continua
crisis, en un estado permanente de violencias que amenazan la vida toda, más
allá de la especie. La tensión que acumulan sus páginas, obliga a una
sensibilidad superior, capaz de afinar el oído presto a los estallidos de estas
horas de desafuero continuo. Una sola urgencia: la invocación a la ternura. Una
voz sola: la de cada verso. Pactar a tiempo con el amor, es el ofrecimiento de
este libro.
.
UNA ILUSIÓN ES MÁS QUE UN
SALTO
Viajé por un día al abismo.
La sangre en los ojos era tan fugaz
como el salto de un verdugo y las palabras ante mi navaja. Después del génesis
los jinetes tienen otra razón, andan con una concha a la cintura para anunciar
que el pasto es ilusión que enfrenta los puñales. El Apocalipsis no niega las
palomas, gorriones sin paraíso en un pueblo de brujos y guillotinas. La cuerda
trae consigo un Rocinante, quiere limpiar el alma: perderán el lebrel más hondo
y libertad será el secreto, apoyo de su burla. Temen mi rencor, mordidas donde Cristo guarda la tierra. En el templo mi blusa de
palomas, raída con los dientes. No eran cirios nupciales, hombres adictos a la costumbre de las piernas
abiertas, sin saber que nostalgia es un plagio o la lengua huye para
dejarse amar por todos los culpables de la lluvia.
UNA COPA NO MÁS
No estoy de acuerdo con las maravillas
que en el mundo ennoblecen su recodo
porque existe detrás de algún beodo
una mujer, sin luz. (Las manecillas
de un reloj que no marca las sencillas
formas de andar si el Universo peca.)
Es que detrás del vaso algún enteca
decepciona sus dioses; pero elije
-sin que la desnudez de un rostro fije-
un camino de horror que el tiempo
seca.
Duele tanta viudez, llanto
enfermizo,
el arca maldecida que endiablada,
esconde la traición y en la mirada
devuelve el subterfugio más castizo.
El Diablo es la perfidia del
hechizo;
el hombre busca en Dios el
aposento
¿Quién marca con las uñas lo
violento?
¿En qué cruz a Jesús lo han
marginado?
Regresa con la herida en el costado
para salvar los siglos del
tormento.
O.L.R.
Cordialmente grupo Décima al Filo.
Qué bien, amigo. Veré si puedo estar presente. Gracias por compartírnoslo
ResponderEliminarAbrazos