DESDE TARRAGONA CONVERSANDO CON TERESA DOMINGO CATALA. [2da Parte]
ENTREVISTA [2DA PARTE]
Sobre tu papá, ¿qué recuerdas en tu infancia?
TDC.- De mi
padre no tengo recuerdos en la niñez. Sólo de la adolescencia.
ERdelV.-
Tus lecturas en esa época donde la
adolescencia comenzó a forjar tus, quizás,
primeras rebeldías fueron lecturas dirigidas o espontáneas? ¿Qué autores
preferías?
TDC.- Mis lecturas
eran totalmente espontáneas. En mi casa no se leía. Nadie leía habitualmente.
Sólo uno de mis abuelos, y eran novelitas del Oeste. Esto tuvo un efecto
positivo. Nadie de mi familia podía sospechar que
hubieran libros peligrosos, o que en los libros pudiesen existir ideas
subversivas.
Así
que yo vivía en una dicotomía extraña: por una parte se reprimía mi
personalidad hasta límites casi inconcebibles y por otra se me daba una
libertad absoluta para leer lo que yo quisiera.
ERdelV.- Alguien dijo que la lectura es al espíritu
lo que el ejercicio al cuerpo, pero nunca olvidaré lo dicho por André Maurois. “La lectura de un buen libro es un diálogo
incesante en que el libro habla y el alma contesta”. ¿A qué autores conociste en esa
especie de represión iluminada?
ERdelV.-
Leía a Stendhal, leía mucho a Dostoyevski que era mi novelista preferido con su
maravilloso Crimen y castigo que leí como un best seller – y que
posteriormente he releído dos veces más -, leía al Tolstoy de Anna Karenina, y
leí mucho al Marqués de Sade. No tenía los dieciocho años cuando leí entero
Los
ciento veinte días de Sodoma. La lectura era mi
refugio, aunque yo no me planteaba ser escritora. Pensaba que me venía muy
ancho ponerme a escribir seriamente o aprender a hacerlo. Creía que era
necesario sólo tener talento, la idea de que el talento había que trabajarlo me
era ajena. La aprendí mucho después.
ERdelV.- Desde “Iris
de sombra”, del cual deseo exponer este poema.
Podrá el mar en el dolor de sus
profundidades
olvidar la ausencia de la luz oscurecida
por la caída del sol en sus simas, precipicios
de oscuridad y de nostalgias de ese sol.
olvidar la ausencia de la luz oscurecida
por la caída del sol en sus simas, precipicios
de oscuridad y de nostalgias de ese sol.
Podrá el mar en el dolor de sus olas
olvidar la ausencia de las noches sin luna,
donde las olas ven con claridad y terror
lo que se oculta a la mirada de los hombres.
olvidar la ausencia de las noches sin luna,
donde las olas ven con claridad y terror
lo que se oculta a la mirada de los hombres.
Por eso el mar es sal, por eso el mar es
muerte.
hasta “Destrucciones” tu
poemario más reciente. ¿Piensas que encontraste en ellos lo que buscabas? ¿Qué
los mismos llenan tus expectativas como autora?
TDC.-
En cada uno de mis poemarios intento dar con una voz distinta. Y lo intento
porque pienso que, una vez experimentada una voz no tiene sentido repetirla.
Escribir siempre igual es cansino para el escritor y para el lector.
Utilizar
la misma fórmula porque ya ha tenido éxito o porque otros la han utilizado
exitosamente es renunciar a encontrar nuevos caminos, nuevas experimentaciones
con la palabra.
En
mis primeros libros trataba de dar con una voz propia, que se me escapaba.
Trataba de dominar la tradición literaria ya existente, antes de penetrar en
territorio desconocido.
ERdelV.-
¿Qué estructura del verso se acomoda más
a su estilo, a su poética?
TDC.-
He escrito en verso libre, en soneto, en décima, en copla de pie quebrado, en
verso alejandrino, con rima y sin rima, en poema en prosa, poemas
experimentales, he escrito poesía intimista, satírica, amorosa, erótica, a la
maternidad, al deseo, al sexo, a la muerte, poesía abstracta – o sea, sin
contenido -, en fin, mis poemas son diversos entre sí, muy diferentes, y desde
un primer poemario más o menos correcto creo que sí he conseguido una voz muy
personal.
ERdelV.-
Al margen de sus poemas eróticos, pienso
que es una poética fuerte, directa,
avasalladora, con imágenes tiernas y
violentas ¿Cómo ve la autora la inclusión de su poesía en los estratos de la
intimidad?
TDC.-
Pienso que la intimidad, la verdadera intimidad, no hay que publicarla. A nadie
le interesa a quién están dedicados mis poemas eróticos, o mis sentimientos más
profundos respecto a cosas contemporáneas.
Pero
si pienso que lo confesional no tiene porqué ser ocultado. Excepto las poéticas
culteranas – o en mi caso, la poesía abstracta que juega con las palabras que
en realidad no quieren decir nada – el resto de la poesía tiene mucho de
confesional.
ERdelV.-
¿Da como cierto entonces, que los poetas
fingimos una verdad para encontrar nuestra verdadera personalidad en esa
metáfora, quizás en ese símil?
TDC.-
Se dice que el poeta es un fingidor, y yo creo que muchas veces se dice por un
trabajo de ocultamiento. A alguna gente le da miedo mostrar el alma y se ampara
en que lo que dice no lo dice él sino la voz poética.
Pero
si el artificio no tiene alma, queda en un mero juego que a mí no me interesa.
Se
finge en sólo un sentido: el de encontrar la palabra justa, la metáfora, el
ritmo, la poesía.
ERdelV.- Como
a
utora y como mujer, claro que no existe ningún tipo de desavenencias, pero has
sentido alguna vez aunque levemente, esa
impúdica discriminación a lo largo de su vida autoral?
TDC.- El machismo está ahí, y a veces se deja notar,
sobre todo en conversaciones y anécdotas. A veces un poeta te pide tu opinión
sobre sus versos para que contestes como se supone que contesta una mujer: con
cuatro halagos insustanciales y poco más.
Para
algunos - algunos, no todos ni mucho menos - si una crítica negativa viene de
una mujer les pesa más y les fastidia mucho.
A
la hora de publicar mis libros no he tenido ningún problema por ser mujer.
Publiqué mi primer libro de poesía en los Cuadernos de La Perra Gorda, que era
la colección de la tertulia de la que formaba parte: :Mediona 15, siendo la
única mujer del grupo que publicó en la colección un libro completo. En las dos
antologías que se publicaron dentro de la tertulia había más mujeres.
Después,
cuando entré en el mundo editorial me auto edité cuatro libros, y
posteriormente, cuando por fortuna ya no tengo que recurrir a esa herramienta y
ya hay editoriales que apuestan por mis libros, ser mujer ni me ha favorecido
ni me ha perjudicado.
He
publicado en El Gaviero ediciones, que edita libros de mujeres y de hombres
indistintamente. Otro de mis libros fue Ciano Solo, que asumió la
editorial Silva de Tarragona, que también publica indiferentemente al sexo del
poeta, y también mi poemario Destrucciones, que vio la luz a través de
la editorial Los papeles de Brighton, y por ahora soy la única mujer que ha
publicado en esa editorial. Esperemos que en un futuro esto cambie.
Para
mí no existe la poesía escrita por hombres o por mujeres, sino la poesía de
calidad y la que no la tiene.
Las
mujeres han dado poesía muy valiosa. Cito de corrido a Olga Orozco, Alejandra
Pizarnik, Alfonsina Storni, Sharon Olds, Alda Merini, Clara Janés, Sophia de
Mello Breyner Andersen, Patricia de Rachwiltz, Sor Juana Inés de la Cruz,
Teresa de Jesús, Safo, por supuesto, y muchas más. ç
No
es para nada necesario rescatar el nombre de poetas que no alcanzan una calidad
literaria suficiente sólo por el hecho de que eran mujeres. Ni en el pasado, ni
en la actualidad.
Si
un poeta no tiene calidad, da igual si es un hombre o una mujer.
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